CULTURA


LA VIVIENDA ROMANA

Entre los romanos no existía un modelo único de casa. Podemos establecer una clara diferenciación entre tres tipos de viviendas: dos pertenecientes al medio urbano (domus e insulae) y la tercera propia del medio rural (villa)

VIVIENDAS EN EL MEDIO URBANO

La domus

Es una casa señorial, habitada por una familia. Normalmente tenía una sola planta y las fachadas exteriores disponían de pocas ventanas. En un principio era la vivienda tradicional de los romanos, pero con el tiempo pasó a ser la casa de las clases sociales más ricas.

La entrada aparecía elevada sobre el nivel de la calle y ornamentada por dos pilastras que enmarcaban la puerta (ianua). Se accedía por un corredor dividido en dos partes: vestíbulum, que daba al exterior y fauces, al interior. A veces podemos encontrar unos pequeños bancos de piedra en los que esperaban los visitantes o clientes para ser recibidos. En algunas de estas domus, al lado de la entrada podían encontrarse dos habitaciones, que podían abrirse a la calle y ser utilizadas como locales comerciales (Tabernae), donde se vendían los productos cosechados en las tierras del dueño, o eran alquiladas a terceras personas.
Tras el vestíbulo llegamos al atrium o patio, que constituye el centro distribuidor de la casa y era utilizado por la familia para recibir a los clientes, celebrar ceremonias de culto a los antepasados, bodas, etc. Consistía en un gran patio central con una abertura rectangular en el techo que recibía el nombre de compluvium y solía estar decorada con toldos o tejas ornamentales que recubrían las juntas y vigas. Por aquí entraba luz y aire, y también el agua de la lluvia que se recogía en un pequeño estanque central, el impluvium que estaba conectado a una cisterna subterránea. En un rincón del atrium estaba el Lararium, una hornacina destinada al culto familiar con imagines maiorum que eran retratos de los ancestros más ilustres.

            Alrededor del atrio se distribuían las diferentes dependencias de la vivienda: los dormitorios o cubícula, el tablinum o archivo familiar, habitación reservada del paterfamilias, el triclinium o estancia dedicada a comer. Esta última solía tener el doble de longitud que de anchura y en ella comían recostados los romanos. Otras estancias serían la biblioteca, la cocina (culina), el solarium (en un piso superior), retrete (lavatrina), baño (balneum),... A veces la domus podía llegar a tener dos plantas, en esos casos los dormitorios se trasladaban a la parte superior.

En la parte posterior de la domus existía primero un hortus o huerto, que será sustituido más tarde por un perystilum o jardín, más de acuerdo con el gusto helenístico. Éste estaba rodeado de un pórtico con columnas que, con el tiempo, quedará reservado para la actividad cotidiana de la familia, pues constituía un espacio más tranquilo y aislado. En él solía haber un estanque, estatuas, surtidores de agua...

La decoración interior era más bien austera, exceptuando las paredes decoradas con pinturas y los suelos con mosaicos, los romanos disponían de escaso mobiliario: bancos (scamna), taburetes (subsellia) o sellae (sillas plegables), el resto de mobiliario eran un simple camastro, telas para cubrir asientos y camas, alfombras y cojines. Las vajillas eran mayoritariamente de plata, excepto en los casos de pobreza en que eran de arcilla. Las habitaciones se calentaban por medio de estufas de bronce o braseros, y se utilizaban antorchas, velas y lámparas de aceite para iluminar la vivienda. En Roma, no usaban las sillas como en la actualidad lo hacemos nosotros, de hecho ellos utilizaban uno o varios triclinios dispuestos uno al lado del otro formando una U, que eran unos asientos donde se recostaban para comer o charlar, en medio había una mesa baja donde los sirvientes colocaban los diferentes platos para su degustación.

Las insulae

Eran las viviendas urbanas de alquiler donde vivían diversas familias de origen humilde. Construidas en varios pisos de altura, entre tres y cuatro pisos, con materiales de dudosa consistencia. El suelo edificable en las ciudades era insuficiente, por lo que fue necesario construir edificios elevados (alcanzaban los 20 m. o más de altura). En duro contraste con la domus, las insulae eran poco confortables, oscuras y pequeñas. No tenían agua corriente ni retrete y las habitaciones, de pequeñas dimensiones, solían utilizarse para todo uso.

 Constaban de unos bajos (se destinaban a tiendas) y los pisos superiores, cenacula (el último piso era siempre el más económico). En caso de incendio, algo que ocurría con frecuencia, los habitantes de los últimos pisos estaban más desprotegidos que los que tenían la suerte de vivir en el primero, las posibilidades de supervivencia eran menores cuanto más alto se vivía, y por lo tanto el que pagaba más por su casa eran los habitantes del primer piso. La deficiencia en los materiales y la superpoblación de ciudades como Roma, hicieron muy frecuentes los derrumbamientos e incendios.

El interior de cada cenáculo tenía muy poca iluminación, los grandes muros eran escasamente decorados con ventanas desprotegidas. Aunque, si bien en las villas romanas, los aristócratas protegían sus ventanas con finas láminas de cristal, las ventanas de los cenáculos eran únicamente cubiertas con telas gruesas y tupidas que no dejaban pasar tanto el viento frío, pero tampoco la luz. No disponían de calefacción central ni tampoco de chimeneas por lo que debían calentarse con braseros caseros, que, aunque efectivos, les ponían en peligro por el riesgo de incendios o por ahogo por una mala combustión. No todos los romanos disponían de agua corriente, sí era posible una canalización subterránea en las villas y en los bajos de algunos edificios pero no así en los pisos superiores, los inquilinos debían ir a recoger agua diariamente a las fuentes más cercanas.
Las fachadas eran de ladrillo visto dispuesto de manera muy ordenada, los bajos que se designaban a una taberna poseían un pórtico de madera que resguardaba la entrada, y en las calles más anchas de la ciudad, las insulas disponían de un balcón para cada cenáculo. En estos balcones los romanos ponían plantas y flores para dar un toque de color. Para entrar a cada cenáculo, tenían una escalera interna que daba a cada puerta, bien hecha de ladrillo o de piedra.

LAS VIVIENDAS EN EL MEDIO RURAL

La villa

Eran residencias señoriales aisladas del ajetreo de la ciudad. En ellas los propietarios, que tenían casa en Roma, pasaban largas temporadas para recuperarse del cansancio de actividades políticas o militares. Dentro de una villa podemos diferenciar:

Villa urbana: es la vivienda destinada al dueño de la casa, normalmente acondicionada para el ocio de la familia y adornada con gran lujo ornamental. Las villas romanas sí que son un ejemplo de construcciones hechas para el placer. Estaban llenas de jardines, columnas y arte. Los atrios y las habitaciones estaban decorados con pinturas murales. Las cocinas eran amplias, y en ellas se han localizado utensilios y herramientas semejantes a las que podemos disponer en la actualidad. Había diversas habitaciones destinadas a diferentes ocupaciones, bibliotecas, salas de recepción, despachos, gimnasios, saunas, baños, etc... Además el alto poder económico de estas familias les permitía disponer de agua corriente, y calefacción.Villa rústica: es la parte agrícola de la heredad, donde se encuentran tierras de labor, pastos y dependencias relacionadas con la explotación económica: cocina, establos, viviendas de los trabajadores, prensas, bodegas, lagares...

En este vídeo haremos una visita virtual a una domus romana.